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Foto del escritorIrene Cifuentes

Robert Eggers vuelve a firmar otro drama de terror psicológico donde encierra a Willem Dafoe y Robert Pattinson en un islote al cuidado de un faro donde tendrán que enfrentarse al mar embravecido y a sí mismos.


Sin cambiar de género después de la aclamada La Bruja, Eggers nos trae esta asfixiante historia de convivencia en condiciones asfixiantes.





Sinopsis de El faro


En una remota y misteriosa isla de Nueva Inglaterra en la década de 1890, el veterano farero Thomas Wake (Willem Dafoe) y su joven ayudante Ephraim Winslow (Robert Pattinson) deberán convivir durante cuatro semanas. Su objetivo será mantener el faro en buenas condiciones hasta que llegue el relevo que les permita volver a casa.


Conflictos de jerarquía


No pasará mucho tiempo antes de que Thomas Wake abuse de su autoridad y someta a Ephraim Winslow, reduciéndole a “chico para todo”, dejándole en la cabaña y prohibiéndole subir al faro. Tampoco pasará mucho tiempo hasta que el propio Winslow cuestione a su superior, un cosaco que aprovechará las circunstancias para escapar al faro y pasar largo tiempo solo en él.


Consecuencias del aislamiento


Quizá esta no sea la película más indicada para ver en tiempos de cuarentena, aunque siempre será mejor hacerlo desde la comodidad de nuestras casas antes que en una isla inhóspita azotada por las inclemencias del tiempo con la única compañía de la de un déspota permanentemente borracho y obsesionado con un faro.


El faro retrata perfectamente las consecuencias de un aislamiento extremo en unas condiciones límite. Y, tratándose de Eggers, estas consecuencias serán terroríficas.


Interpretaciones e impresiones


En El faro seremos testigos del enfrentamiento de dos intérpretes en estado de gracia. Robert Pattinson no deja de sorprendernos con su variedad de registros y su acertado instinto a la hora de elegir proyectos arriesgados e interesantes desde que terminara la saga mediocre crepuscular que le llevó a la fama. Mientras que Willem Dafoe, por su parte, no nos sorprende aplicándole a su personaje su histrionismo habitual pero acertado que en este caso al personaje le viene como anillo al dedo.


Mención especial merece una fotografía en un blanco y negro intenso y el uso de un ratio de pantalla de 1:19:1. Este formato, usado en la transición del cine mudo al sonoro, junto con la fotografía ya mencionada, le da a la película un tono aún más asfixiante.


El faro no es una película amable. Es una película incómoda que, sin embargo, te mantendrá enganchado no solo por el enfrentamiento de estos dos gigantes de la interpretación, sino por el mismo morbo que se siente al ver un accidente de tráfico.




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Foto del escritorIrene Cifuentes

Actualizado: 4 may 2020

En los tiempos difíciles que estamos viviendo, la reacción lógica sería dejar nuestras ideologías a un lado y luchar contra el enemigo común. Desafortunadamente, la reacción de la que estamos siendo testigos es justo la contraria: estamos politizando la pandemia.


Obviamente todos somos conscientes (o no) de que la enfermedad no atiende a nacionalidad, raza o estrato social y que si ha golpeado más a unos países que a otros esto se debe a hechos puramente circunstanciales. Son ya unas cuentas investigaciones de la evolución del virus las que han puesto de manifiesto que en España el virus estaba presente mucho antes del brote posterior al fin de semana que se celebraron las manifestaciones del 8M, el meeting de VOX en Vistalegre y cientos de partidos de fútbol. Y que, de hecho, hubo otro brote con anterioridad en un funeral en Galicia.


Sin embargo, ninguna de estas evidencias frena a la oposición española de hacer, valga la redundancia, oposición. Una oposición salvaje utilizando el virus CODIV-19 y sus víctimas como armas arrojadizas. Caso omiso ha hecho del reconocimiento por parte de la OMS de la gestión de esta crisis por parte de España como la mejor de occidente o de los errores y aciertos de otros gobiernos.


Yo soy española, pero vivo en Inglaterra. Y viendo el dantesco espectáculo de la oposición en España desde fuera y la reacción de los gobiernos de otros países y sus respectivas oposiciones, siento vergüenza. ¿Cómo es posible que, mientras en Portugal la oposición abiertamente se una al gobierno en su lucha contra el coronavirus, mientras hasta hay capacidad de autocrítica entre quienes votaron a Boris Johnson ante su tardía y deficiente gestión de la pandemia, en España se publique un montaje de la Gran Vía Madrileña llena de ataúdes?


Muchos, al leer este artículo, me tildarán de roja o comunista, pero no se trata de ideologías. La gestión que Corea del Sur realizó con esta crisis fue ejemplar, fabricando y proporcionando tests a la población de forma masiva, y su gobierno es capitalista. En Dinamarca y Polonia se ha estipulado que no se rescatará económicamente a ninguna empresa que esté registrada en paraísos fiscales para evitar impuestos en la recesión económica que se avecina, y sus gobiernos son igualmente conservadores. Aun así, son medidas que yo apoyo.


Si aquellos niños que entrevistaron a Almeida, presidente de la Comunidad de Madrid se daban cuenta de que, obviamente, es mucho más importante salvar el Amazonas, ya que se trata de el pulmón de nuestro planeta, antes que un edificio que no nos da oxígeno, ¿por qué nosotros no nos damos cuenta?

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